

Hoy siento que los negocios no son un fin en sí mismo, sino un vehículo para crear la vida que realmente queremos.
Y también pueden ser una gran escuela de crecimiento personal, si nos animamos a abrirnos a todo lo que tiene para mostrarnos.
Para que un negocio sea sostenible, necesita respetar nuestra energía, estar basado en la autenticidad y permitirnos crecer sin desconectarnos.
Durante muchos años trabajé limitada por creencias que asociaban el valor con el sacrificio, la exigencia y las horas interminables.
Hoy elijo otro camino.
En el 2018 sentí que no podía,
ni quería, seguir empujando.
Había creado un proyecto que funcionaba:
los cursos estaban llenos, los materiales se vendían bien, la tienda online crecía. Pero algo dentro de mí no estaba en equilibrio.
Sentía que todo requería mi esfuerzo constante,
mi presencia absoluta. Por dentro, el disfrute empezaba a apagarse.
Cuanto más crecía el negocio, más me desconectaba del propósito con el que había empezado. Vivía con una contradicción interna: me encantaba lo que hacía, pero el agotamiento no me dejaba disfrutarlo. No podía planificar con claridad. Me sentía agotada.
Y aunque el cuerpo me daba señales, yo seguía corriendo mis propios límites.
• Mis emociones fluctuaban todo el tiempo.
• Dormía poco y postergaba todo lo que tuviera que ver con mi bienestar.
• La intuición, el deseo y la pasión inicial ya casi no estaban.
Me sentia lejos del camino pero con la certeza de que no era el negocio lo que tenía que soltar, sino la forma de sostenerlo.
Así que tomé una decisión:
no seguir empujando, sino
volver a escucharme… 💗
Así que decidí rediseñarlo todo.
No empecé de cero, pero sí desde otro
lugar y con otro formato.
Durante seis años me enfoqué en mi proyecto principal: Córdoba Mosaicos
Nuevas sucursales, la tienda online, importación directa de materiales y todo lo que ese universo implicaba.
Era un negocio que amaba, que me había transformado y que seguía creciendo.
Pero al mismo tiempo, me guardaba unas horas por semana para algo más íntimo.
Acompañaba en sesiones uno a uno a mujeres que estaban en procesos de cambio, de búsqueda, de reinvención.
No lo promocionaba demasiado, ni lo veía como un negocio más. Era algo que disfrutaba profundamente hacer.
Cada encuentro me confirmaba lo mismo: lo que ahí pasaba era poderoso. Ver sus transformaciones personales, y cómo eso impactaba directamente en sus negocios, me hacía sentir que todo lo que había vivido hasta ese momento tenía un propósito más grande.
Y entendí que lo poderoso
no era elegir entre lo estratégico o lo emocional,
sino animarme a integrarlo todo.

Pero también entendí que para que esa integración se sostenga en el tiempo, hace falta claridad, organización y foco.
Tener un plan, una metodología, procesos y el coraje de pedir ayuda o armar equipo fue lo que me permitió no tener que elegir entre un proyecto y otro.
Hoy Córdoba Mosaicos sigue creciendo con fuerza gracias a un gran equipo que me sostiene, y eso me dio el tiempo, la energía y la libertad para crear este nuevo proyecto que me emociona profundamente.